Autor: Adrian Bravo (Ilustración: Jonna Vainionpää)

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cinefilia y relatos

lunes, 1 de octubre de 2007

No suelo levantarme de la butaca después de una obra de teatro. Simplemente aplaudo con mayor o menor vehemencia en función del impacto que haya provocado en mí lo que acabo de presenciar. Y pocas, muy pocas veces se me ponen los pelos de punta y me sorprendo a mí mismo con la boca abierta a los 10 segundos de empezar la función. Y, ni muchísimo menos, se me empañan los ojos tras acabar la obra, deseando que el espectáculo que se me ha regalado no acabe nunca. La Veillée des Abysses, la nueva obra de James Thiérrée, sucesor y diría que aventajado de su abuelo Chaplin (aunque le haya robado algunos gestos se lo perdonamos, porque es de la familia), ha conseguido todo eso: levantarme de mi asiento, erizarme por dentro y por fuera, casi llorar de alegría. Y lo curioso es que, tras la hora y media que dura la obra, uno no es exactamente consciente de lo que ha presenciado, no sabe si extraer conclusiones o dejarse llevar por un sentimiento desnudo, sin causas ni efectos. Parece ser que esta última opción es la acertada, recordando una entrevista que mantuvo James Thiérrée con la periodista Gemma Tramullas:

--"Un día sin reír es un día malgastado". ¿Aprueba la frase?--No. No hay días malgastados. Se aprende mucho de los días horribles. De la felicidad no se aprende, y es un estado muy poco habitual. Si te ríes todo el día, es sospechoso.
--Pues es una cita de su abuelo...--¿De verdad? Pues yo tengo una de Colón: "Nunca vas tan lejos como cuando no sabes a dónde vas".

Nunca vas tan lejos como cuando no sabes a dónde vas…qué bonito, bello y aterrador a la vez.
Podría hablar del virtuosismo de todos y cada uno de los integrantes de la compañía, la catalana Uma Ysamat, soprano, pianista y actriz , la joven Raphaëlle Boitel, una contorsionista y acróbata aérea, el experimentado bailarín sueco Niklas Ek y el bailarín de caporeira Thiago Martins. Podría hablar de la ponencia magistral de teatro gestual que nos brindó Thiérrée (escenas míticas con elementos inertes a los que consiguió arrancar vida: una silla, una rueda gigante, una verja majestuosa), auténtico prestidigitador del movimiento. También podría comentar que el juego de luces y sombras que teñía de colores plúmbeos los movimientos de los artistas fue mágico, del artefacto herrumbroso y a la vez perfectamente engrasado en el que se convirtió la Sala Gran del Teatre Nacional de Catalunya. Podría hablar de todo eso y mucho más, porque tras el velo de teatro circense y alegre a más no poder, de lo que algunos califican como “el nuevo circo”, se esconde un espectáculo realmente innovador, amalgama de influencias y modos de ver la vida, transgresión, y mucho me temo, proclama de una subversiva manera de hacer filosofía, de sentar bases desde las que nos sustentemos. Y su proclama es ésta: puede que se nos quiera engullir la marea, puede que la tierra se resquebraje ante nuestros ojos, pero con los andrajos de lo que queda de nosotros, fletaremos un navío que pondrá a salvo lo más valioso que aún tenemos: la esperanza.

Quizás la obra parezca carecer de hilo argumental, de conflicto y cambio, y aunque las palabras introductorias que nos presenta como anticipo James Thiérrée (y que cierran la crítica), hagan ver lo contrario, la Veillée des Abysses, la Velada de los Abismos, será recordada por mucho tiempo por mostrarnos que el único argumento importante en un teatro es salir transformado, aunque sea solamente por unos segundos. Felicidades, lo habéis conseguido con creces. Yo aún sigo pensando en vosotros.

“Realmente, me hubiese gustado explicaros unas historias…perdón, una historia…pero desgraciadamente se me escapa…la historia se me escapa.
¡Ah, sí! Recuerdo…un final…que era un principio…si no se trataba de un principio que se parecía muchísimo a un final…bien… la única cosa que podemos hacer es remontar el curso contra corriente, a lo largo de un viaje…hacia el mismo sitio.
Espectáculo de chispas de alma, con las reglas de juego torcidas, donde observamos los náufragos optimistas de una nave que les acabará reencontrando en el fondo del abismo.
Nuestros personajes parecen obedecer unas leyes fugitivas, aunque su perseverancia encontrará recompensa, aunque sólo sea a través de esta luz que su actividad parece irradiar. ¿Puede que una esperanza? ¡Sí! ¡Salgamos de las tinieblas! ¡Viva la vida!”

La lástima es que la obra ha estado en cartel en Barcelona sólo entre el 26 y el 30 de septiembre. La compañía, que ya cumple diez años, irá por diferentes países como Francia, Reino Unido y Australia con este espectáculo y con Au revoir parapluie. Vale la pena seguirles la pista.


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