Autor: Adrian Bravo (Ilustración: Jonna Vainionpää)

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cinefilia y relatos

jueves, 11 de octubre de 2007

Quizás alguna vez habéis conocido a un chic@ del@ cual pensárais: vaya, tiene una nariz respingona preciosa, unos ojos grandes que hablan solos, una boca bonita…pero ¿por qué será que no l@ veo guap@? Yo ayer conocí a una de esas personas: era la película la Antena, de Esteban Sapir, un reloj de precisión de ardua y detallista post-producción que necesitó dos largos años para que viese la luz. Una película muda y en blanco y negro, con un remarcado estilo expresionista que bebe directamente de las fuentes de Mèlies o Fritz Lang (de hecho, las referencias a Viaje a la Luna o Metrópolis son totalmente explícitas, no se cortan un pelo. ¿Homenaje y guiño o plagio fácil?). La acción se sitúa en una ciudad imaginaria controlada y sometida por el Señor TV, que tiene hipnotizada a toda la población con el fin de forzarles a comprar sus productos y así monopolizar toda actividad mercantil y social. En dicha ciudad todo el mundo ha perdido el don del habla, excepto la mujer que utiliza el Sr. TV para difundir su mensaje a través de canciones y mensajes televisados, dejando absorto a todo el mundo. Uno de los trabajadores del villano se da cuenta de que todo puede cambiar si el hijo de esta mujer ha heredado el don del habla, ya que podría llegar a contrarrestar el maquiavélico plan del malvado Sr. TV para subyugar por siempre jamás a su pueblo. La fábula está repleta de referencias, simbología y planos que recuerdan a otros tantos clásicos de la época neonata del cine, y esto Esteban Sapir y su equipo lo hacen con maestría. Algunas secuencias no tienen nada que envidiar a otras de Murnau o Vartov. La utilización de los subtítulos a modo de cómic pero revestidos de movimiento que explica más que la propia acción de los personajes junto con la luz tenue y gastada que nos ofrece el blanco y negro y la estética general de película muda de los albores de la cinematografía es su logro cumbre. Realmente SON la película, y no la historia. El problema es que era necesario algo más para salvar el todo, o quizás algo menos. Un recorte en su metraje de al menos 20 minutos le hubiera sentado de maravilla, y eso que la película dura 90. En mi opinión, el tratamiento de la imagen, el simbolismo semántico y las ideas fuertemente expresivas que van desgranándose vertiginosamente, empalagan y saturan al espectador, se nos pide que nos concentremos sobremanera y no hay más remedio que desconectar por momentos. La simpleza y redondez del cine mudo no se vislumbra en La Antena, tan sólo su formato, su envoltorio.

No puedo negar que la factura es sorprendente y el trabajo detrás de esta propuesta es digno de elogio, y por eso la califico como buena y os la recomiendo, pero a mi entender no han escogido el medio adecuado. El corto, o una serie de cortos dosificados hubieran sido mejor elección, incluso el cómic hubiera hecho de La Antena una obra de referencia.Cuando me cruce otra vez con La Antena por la calle, lo más probable es que pase de largo y me fije en la chica que compra verduras, que os podrá parecer más feota, no os lo voy a negar, pero es infinitamente más atractiva. Ea.

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