Autor: Adrian Bravo (Ilustración: Jonna Vainionpää)

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cinefilia y relatos

1 réplicas miércoles, 24 de octubre de 2007

Podemos irnos de excursión y, entre las zarzas, encontrarnos con un pedrusco. A partir de aquí tenemos dos opciones. O bien pegarle una patada para apartarla del camino, sin pararnos a pensar en las consecuencias, o bien agacharnos, sostenerlo entre las manos, sentir las aristas punzantes y la aspereza de su superficie, volver a casa y abrir libros de geología para categorizarla. Incluso podemos guardarla en una vitrina y hacer de ella nuestro hobby y tesoro, nuestro perfecto y maravilloso pedrusco. Para acercarse a Gerry, primera película de la trilogía sobre la muerte (junto con Elephant y Last Days), hay que saber de antemano de qué pie cojeamos, saber si somos de los que caminan por la selva con el machete por delante rebanando cañas de bambú o tenemos en mente convertirnos en entomólogos, zoólogos y observadores de la conducta de los primates. Si somos de los primeros, ver Gerry significará no ver nada en absoluto, o ver lo mínimo. Si somos de los segundos, Gerry se convertirá en más que una visión, diría yo en contemplación.


El argumento no podría ser más simple: dos amigos (Matt Damon justo antes de perder la memoria en “El caso Bourne” y Casey Affleck) deciden realizar una excursión por el desierto. Como el camino va a estar atestado de domingueros y deciden que lo suyo es el senderismo offroad, se desvían del camino prefijado buscando soledad y naturaleza salvaje. El problema es que no llevan ni brújula ni mapas de la zona, ni siquiera botas camperas o provisiones. Cuando se dan cuenta de que están perdidos y no pueden dar marcha atrás porque no han tomado precauciones ya es demasiado tarde para ellos. Y aquí termina el guión. Lo que ilustra perfectamente a qué nivel se puede desarrollar una idea, lo que muestra las infinitas aristas que tiene un pedrusco es que, lo que en los bosquejos originales del guión de Van Sant era tan solo una línea para describir una de las situaciones algo rocambolescas que se producen en la película, se convirtió en 20 páginas en la revisión que hizo Casey Affleck. Es cierto que hay planos interminables, podrían considerarse soporíferos o aburridos, rodados al estilo Gus Van Sant, pero en la austeridad y sencillez de las imágenes y en la visión de un desierto burlón y perverso que muestra sus dientes en progresión exponencial, se esconde todo una colección de gestos, interacciones, cambios de humor, asunciones de la realidad y bailes de miradas y locuras entre los dos protagonistas que, posiblemente por ser amigos en la vida real, se muestran completamente compenetrados. El diálogo es mínimo, pero no por ello básico o insustancial, aunque no siempre lo entendamos. Es más, creo que uno de los propósitos de la película es que no siempre entendamos por qué actúan como lo hacen o por qué dicen lo que dicen. Ahí no está la chispa.


Creo que la película es más valiosa si nos damos cuenta que a veces hace falta desnudar a las imágenes de contenido, hace falta ralentizar la acción para poder ver más allá de la vorágine y que los detalles microscópicos pasen a un primer plano. Al final del desierto no espera otra cosa que la muerte, y ésta no tiene prisa por clavarnos las garras. Todo a su tiempo, dice el señor de la guadaña.

Leer mi critica de Gerry en Muchocine.net

1 réplicas martes, 16 de octubre de 2007


Si con La Celda, película-promoción-videoclip de Jennifer López (esa gran actriz) el bueno de Tarsem Singh se pegó el batacazo, su nueva y colorida The Fall no le sigue los pasos y acierta en pararse al final del precipicio para observarlo en su majestuosidad y contemplar con sorna las restos de su anterior película, y además, ganar el premio a la mejor película en la sección Fantàstic del Festival de Sitges 2007. Es cierto que The fall es algo pomposa y recargada, pero Singh esta vez se ha liado el petate y se autofinanciado la broma, para dar lustre a una historia agridulce, arrancando una actuación a los dos personajes principales que le gana la partida a las aspiraciones megalómanas del director.
Fundamentalmente, la película cuenta con dos balas de oro en la recámara, y otras de plata completando el cargador. A saber, las de oro son, por una parte, la excepcional fotografía y la explosión de texturas y colores que desprenden cada uno de sus planos, empezando por los instantes iniciales, en un blanco y negro nítido, congelado en el tiempo, y preconizador de las sutilezas visuales que se avecinan, siguiendo con la plasmación de unos paisajes naturales saturados de vida y casi coprotagonistas, y acabando por la deslumbrante composición de cada uno de los fotogramas, casi concienzudamente esculpidos a cincel para deleite de los espectadores. La otra bala de oro, la emotiva interpretación de la niña rumana Catinca Untaru, que parece no saber que está siendo filmada y se entrega en cuerpo y alma a la historia y forma un dúo interpretativo antológico con Lee Pace. Las de plata son quizás la fábula que se nos narra, rica en detalles y profusa en contenido y la idea de conectividad entre culturas que transpira de ella.

La acción acontece en un hospital de Los Ángeles en la década de los 20. En él, una niña india convaleciente a causa de un brazo roto se topa con un deprimido y despechado especialista de cine que acaba de tener un accidente en una de sus películas. Se crea entonces entre ellos una especial relación, un pacto por el cual el especialista cuenta a la niña un cuento a cambio de que ésta le traiga morfina del dispensario, para poner fin a su vida. Es entonces cuando presenciamos la historia de seis héroes a través de los ojos infantiles de Catinca Untaru (un esclavo africano, el propio Lee Pace encarnando a una especie de guerrero del antifaz, un anarquista especialista en bombas y pirotecnia, un chamán rastafari con especiales habilidades para la guerra, un pintoresco Charles Darwin y un príncipe indio), que buscan venganza por los agravios que les ha causado el señor Odio. La desesperación del narrador hace que el cuento adquiera tintes derrotistas, pero la niña no se dará por vencida y entrará en una batalla dialéctica con Lee Pace para arrebatarle el final de la historia y al mismo tiempo salvarle la vida.

Se reflexiona aquí sobre la creación de una ficción y su efecto en la realidad, sobre el poder de la imaginación y la inocencia como la mejor de las medicinas, de cómo todos nos merecemos una segunda oportunidad cuando nos dejan tirados en la cuneta. Quizás suena a edulcorado y a pastiche de emociones fáciles pero a veces es bueno dejarse llevar por la mirada de una niña y por su bondad, aunque los asistentes a la sala de prensa donde anunciaron que the Fall era la película ganadora del festival silbaran tímidamente al ver que la galardonada no cumplía con los cánones más clásicos del género fantástico o de terror. A mí me pareció muy buena elección. La que no me pareció tan buena fue que el premio a mejor actriz se lo llevara Manuela Velasco por su interpretación en Rec. Catinca Untaru, con cinco añitos, le da mil vueltas.

Y si nada de esto os convence, plantearos el visionado de The fall como un paseo virtual por casi medio mundo (se rodó en 23 países) con imágenes que a ni el mejor de los realizadores de National Geographic se le haya ocurrido nunca filmar, o como una lección de las que sientan cátedra del difícil arte de contruir una historia, buena o no, pero emotiva en el buen sentido de la palabra. Todo un hallazgo este The Fall. Esperemos que Tarsem Singh no contrate para su nueva película a Enrique Iglesias, y se límite a producirle los videoclips. Señor Singh, cada cosa en su sitio.

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Quizás alguna vez habéis conocido a un chic@ del@ cual pensárais: vaya, tiene una nariz respingona preciosa, unos ojos grandes que hablan solos, una boca bonita…pero ¿por qué será que no l@ veo guap@? Yo ayer conocí a una de esas personas: era la película la Antena, de Esteban Sapir, un reloj de precisión de ardua y detallista post-producción que necesitó dos largos años para que viese la luz. Una película muda y en blanco y negro, con un remarcado estilo expresionista que bebe directamente de las fuentes de Mèlies o Fritz Lang (de hecho, las referencias a Viaje a la Luna o Metrópolis son totalmente explícitas, no se cortan un pelo. ¿Homenaje y guiño o plagio fácil?). La acción se sitúa en una ciudad imaginaria controlada y sometida por el Señor TV, que tiene hipnotizada a toda la población con el fin de forzarles a comprar sus productos y así monopolizar toda actividad mercantil y social. En dicha ciudad todo el mundo ha perdido el don del habla, excepto la mujer que utiliza el Sr. TV para difundir su mensaje a través de canciones y mensajes televisados, dejando absorto a todo el mundo. Uno de los trabajadores del villano se da cuenta de que todo puede cambiar si el hijo de esta mujer ha heredado el don del habla, ya que podría llegar a contrarrestar el maquiavélico plan del malvado Sr. TV para subyugar por siempre jamás a su pueblo. La fábula está repleta de referencias, simbología y planos que recuerdan a otros tantos clásicos de la época neonata del cine, y esto Esteban Sapir y su equipo lo hacen con maestría. Algunas secuencias no tienen nada que envidiar a otras de Murnau o Vartov. La utilización de los subtítulos a modo de cómic pero revestidos de movimiento que explica más que la propia acción de los personajes junto con la luz tenue y gastada que nos ofrece el blanco y negro y la estética general de película muda de los albores de la cinematografía es su logro cumbre. Realmente SON la película, y no la historia. El problema es que era necesario algo más para salvar el todo, o quizás algo menos. Un recorte en su metraje de al menos 20 minutos le hubiera sentado de maravilla, y eso que la película dura 90. En mi opinión, el tratamiento de la imagen, el simbolismo semántico y las ideas fuertemente expresivas que van desgranándose vertiginosamente, empalagan y saturan al espectador, se nos pide que nos concentremos sobremanera y no hay más remedio que desconectar por momentos. La simpleza y redondez del cine mudo no se vislumbra en La Antena, tan sólo su formato, su envoltorio.

No puedo negar que la factura es sorprendente y el trabajo detrás de esta propuesta es digno de elogio, y por eso la califico como buena y os la recomiendo, pero a mi entender no han escogido el medio adecuado. El corto, o una serie de cortos dosificados hubieran sido mejor elección, incluso el cómic hubiera hecho de La Antena una obra de referencia.Cuando me cruce otra vez con La Antena por la calle, lo más probable es que pase de largo y me fije en la chica que compra verduras, que os podrá parecer más feota, no os lo voy a negar, pero es infinitamente más atractiva. Ea.

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Una de los preceptos de la iglesia baptista fundamentalista es el siguiente: fidelidad práctica a la fe cristiana en la vida cotidiana, en el trabajo, familia y la sociedad, y empeño en predicarla a toda criatura de palabra y con el ejemplo. La señora Gertrude Baniszewsky, viuda, enferma y con 7 hijos a sus espaldas, decidió predicar, con la complicidad de todos sus hijos, su buena nueva a una inocente niña de 16 años a base de vejaciones, torturas, mutilaciones y abusos sexuales de lo más variopintos, involucandro en ello a todo el vecindario de un pueblo perdido de Indianápolis, allá por los años 60. La niña en cuestión era Sylvia Likens, que se había quedado al cuidado de Gertrude junto con su hermana menor, ya que sus padres tuvieron que ausentarse por trabajo durante una temporada. Craso error. Estaban dejando a sus hijas en manos del mal personificado, el mal de una sociedad que justificaba sus hechos argumentando que tales castigos eran necesarios para enderezar a un alma perdida.

Podría ser el argumento de una película de terror, pero sucedió en Estados Unidos. Un auténtico y despiadado crimen americano. Bajo la piel del horror del resultado final desprenden sus podridos vapores la represión sexual, las enseñanzas interiorizadas a base de palos y humillaciones, la imposición férrea de las ideas cristianas travestidas en preceptos fundamentalistas y sobretodo, la sinrazón del ser humano cuando la violencia se apodera de él, y ya no puede parar. Todo argumento lógico se ve relegado y la dicotomía bien/mal queda completamente alterada.

En la sala se escuchaban suspiros que intentaban aliviar la sensación de náusea, casi se escuchaban los estómagos regurgitar bilis mientras las bocas se desencajaban y el cuerpo buscaba acomodo en la butaca del cine, que nos obligaba a presenciar cómo casi todo un pueblo se puede poner de acuerdo para torturar hasta la muerte a una niña que no había hecho absolutamente nada malo. La lista de abusos es interminable, pero aunque Tommy O’Haver nos muestra gran parte de lo que sucedió, tan sólo estamos ante la punta del iceberg. Si uno investiga un poco, constata que los propios habitantes de Indianápolis consideran este crimen como el más dantesco perpetrado contra una persona en toda su historia y que lo que sufrió la niña sobrepasa los límites de lo soportable. Por eso Tommy O’Haver nos evita sufrir más de la cuenta y nos muestra lo justo para que nos demos cuenta de lo que podemos ser capaces de hacer, en nuestros mundos supuestamente civilizados y democráticos.
Cuesta hablar de otra cosa que no sea la historia, pero cabe resaltar el magnífico trabajo de Catherine Keener como Gertrude Baniszewsky (Capote, Being John Malkovich)
y de Ellen Page (Hard Candy) como Sylvia. El choque es titánico, aunque resulta ganadora Keener. Su mirada fría y perdida es sobrecogedora, y consigue el efecto deseado.

En resumen, An American Crime es una película necesaria en tiempos en los que la tortura y la vejación son justificados con fines políticos y se da por sentado que lo éticamente correcto siempre mora en occidente, aunque viéndola se nos revuelva el estómago y sacrifiquemos la cena.

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¿Habéis estado alguna vez en algún pasaje del terror? Probablemente sí. Las reacciones suelen ser muy variopintas. Hay gente que te dice: Joder, jamás me vuelvo a meter en un sitio de éstos, aún me tiemblan las piernas. Y otros: psé, pues no ha sido para tanto, lo de siempre, sangre, monstruos, ya me lo esperaba. Pues bien, haced caso a las reacciones de vuestro cuerpo frente a este tipo de atracciones para vaticinar lo que os espera al salir del pasaje del terror que es Rec.
Otra referencia clara para hablar de la nueva película del director de Frágiles o Darkness es The Blair Witch Project. Es inevitable pensar en ella cuando ves la película, hay escenas prácticamente calcadas. Sin embargo, en esta nueva versión, hay más chascarrillo y mala leche, mucha más picardía y sobre todo, risas. Porque no nos olvidemos que Rec es una película de zombies a la vieja usanza aunque revestida digitalmente y a modo de reality show televisado (señores, el falso documental está de moda, que le vamos a hacer), y eso da mucha pero que mucha risa.

El argumento es simple, como debe ser en este tipo de propuestas. Se produce una emergencia en un bloque de pisos puesto que una antes adorable viejecita alarma al vecindario con gritos horribles. Nadie sabe aún que un virus maléfico y que por supuesto convierte en zombies sangrientos hasta al más santo ha inundado toda la comunidad, y una reportera y su cámara, que están realizando un reportaje sobre la vida noctura de los bomberos, se dirigen hacia allí con la esperanza de esclarecer el asunto. Una vez allí se ven encerrados a merced del virus, puesto que las fuerzas policiales han sellado el edificio. ¡¡Ta ta cháan!! Con esta premisa, empieza el baile, la sangre y la mala ostia. Poco más importa.

Creo que la película funciona más como comedia que como película de terror, aunque antes de su visionado anuncien a bombo y platillo que los que sufran problemas de corazón o tengan epilepsia se abstengan de verla (quizás nos avisen porque el corazón se acelera con la carcajada), aunque no dudo que los más sensibles se puedan llevar más de un buen susto y tengan ganas de hacer pipí.

Si estáis pensando en visitar un parque de atracciones por Halloween, pensadlo dos veces. Ir a ver Rec en el cine os puede salir mucho más barato.

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La película de Bruno Merle es como una maratón. Los instantes iniciales se corresponden a la ilusión y los nervios iniciales del atleta por la vertiginosa carrera que le espera. Tras esos frenéticos momentos de euforia, le siguen otros bastante predecibles, incluso anodinos, salpicados de acelerones bruscos en un trazado largo que hincha de kilos las piernas. Se tienen ganas de llegar a la meta. Y sin darse uno cuenta, llega la traca final, la llegada gloriosa a la meta, y la carrera ha acabado.
El prometedor planteamiento y el absurdo y surrealista final no tienen desperdicio. Solamente por ello vale la pena ver esta película. Es un film arriesgado, repleto de “innovaciones” en el estilo, incluso con cambios en el formato de la película, pasando de digital a 35 mm.
El protagonista (Michaël Youn, conocido showman francés y ex de la Pataki, esa gran actriz) es un animador de público en platós de televisión de tres al cuarto, que preferiría ser guapo y famoso que gracioso, totalmente alienado y desprovisto de los mecanismos de defensa para evitar volverse loco. La pérdida del amor y el fallecimiento del padre son la gota que colma el vaso, y no se le ocurre otra cosa que secuestrar al cantante de moda, para establecer con él (e incluso con el propio director de la película, con el que conversa en varias ocasiones) una peculiar relación.

Bruno Merle consigue a partes iguales que sintamos pena y asco por el personaje, que lo odiemos y lo veneremos por su atrevimiento. Pero lo curioso y realmente interesante de Héros es que es tan importante la plástica de la película, sus giros estilísticos, su experimentación, que la propia historia. Digamos que comparten protagonismo, van completamente a la par en la carrera por presentar algo decente al público, por lo que, si la historia no nos convence, también podemos imaginar que estamos en una exposición de videoarte en un museo. Estas propuestas no suelen cuajar, pero esta vez el pastel llevaba la levadura suficiente como para no hundirse por completo. Más allá de la crítica velada al mass media y la bien lograda inocencia perversa que destila el protagonista, quizás sea ésta su mejor cualidad. Como contrapartida, decir que, si no eres fan de Michaël Youn (altamente improbable por estos lares), puede resultarte un tanto histriónico y sobreactuado, pero en esta película se lo podía permitir.

De todas maneras, vale la pena acercarse a Héros perdonando los defectos y aplaudiendo la osadía y los cojones de decir: esto es lo que hay.

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Esto… como empiezo. Pues lo primero que diré es…inclasificable. Pero si me esfuerzo un poco, vamos a ver…podría decir que es como si un David Lynch lobotomizado y un guionista con parálisis cerebral (esto último no es ninguna broma, es la realidad) unieran sus fuerzas para realizar una de las películas más bizarras, refrescantes y absurdas que haya podido ver en mi vida. Luego dicen que no se proyecta cine porno en las salas comerciales. It’s fine, everything is fine tiene porno del hardcore, por si no fuera suficiente su historia para hacer poner el grito en el cielo a ciertos sectores de la sociedad o poner a prueba nuestra idea de donde acaba la imaginación y el riesgo y donde empieza el mal gusto (probablemente la mayoría se declinaría por el mal gusto). Yo, aún no lo sé, y probablemente no lo sepa. Quizás hagan falta unos años, y tras su revisionado, os podré decir algo. Lo que sí se, es que Crispin Glover no es un tío normal. Tuve la suerte de ver la premiere de la peli en 35 mm en Sitges, presentada por el propio Glover, y sólo con eso me hubiese dado por satisfecho. Crispin, ataviado con un traje tipo “soy elegante con un toque mafioso”, melena planchadita y atusada que enmarcaba un rostro afilado y sudoroso fruto de los nervios, nos empezó a hablar de la película sin decir realmente nada. Su novia modelo, lo contemplaba con una sonrisa en los labios. Este chico sabe algo que nosotros no sabemos, y me da a mí que se ríe de nosotros.

Su propuesta es totalmente friki, FRIKI en mayúsculas. La película nos adentra en la mente perversa y calenturienta de un cincuentón aquejado de parálisis cerebral (el guionista de la película, Steven C.Stewart, que murió al cabo de un mes de terminar la película, y os puedo asegurar que muuy contento por haberla realizado), nos hace bucear en su obsesión por las mujeres de pelo largo y nos presenta un mundo en el que todos le entienden cuando habla (aunque apenas pueda balbucear palabras sin sentido) y le desean sexualmente. Los diálogos son, pues, interminables, y no llegamos nunca a entender lo que dice, sólo a través de las respuestas de sus amantes. Una vez que el susodicho se pasa por la piedra a todo tipo de mujeres (una viuda amargada, a una lolita hija de la primera, una prostituta…) las estrangula con su potente antebrazo y vuelta a empezar.

Crispin Glover consigue para su film un look entre ochentero y atemporal asombroso, y la utilización de los colores es formidable. La película nos depara sorpresa final y nos hace entender que lo que parecía una sorna a las personas con problemas de movilidad y habla es realmente un homenaje. El director nos presenta un mundo en el que no es absurdo que una mujer despampanante desee fervientemente el cuerpo casi inanimado de un enfermo. Sin darnos cuenta, la película transcurre y poco a poco dejamos que el absurdo inunde nuestras cabezas hasta casi no sentirnos extrañados por la situación.
Creo que Crispin Glover es consciente de que transita por un mundo interior que no es el de la mayoría, y ésta es la prueba definitiva. Bueno, en realidad no, porque a ésta película le acompaña una precuela (What is it?) y una secuela, aún por rodar (It is mine).
El malo de los Ángeles de Charlie está en forma. Se está convirtiendo en figura de culto del cine underground, y él lo sabe. Esperemos que tenga mecha para rato. Nosotros lo disfrutaremos (nosotros es minoría, claro).

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No suelo levantarme de la butaca después de una obra de teatro. Simplemente aplaudo con mayor o menor vehemencia en función del impacto que haya provocado en mí lo que acabo de presenciar. Y pocas, muy pocas veces se me ponen los pelos de punta y me sorprendo a mí mismo con la boca abierta a los 10 segundos de empezar la función. Y, ni muchísimo menos, se me empañan los ojos tras acabar la obra, deseando que el espectáculo que se me ha regalado no acabe nunca. La Veillée des Abysses, la nueva obra de James Thiérrée, sucesor y diría que aventajado de su abuelo Chaplin (aunque le haya robado algunos gestos se lo perdonamos, porque es de la familia), ha conseguido todo eso: levantarme de mi asiento, erizarme por dentro y por fuera, casi llorar de alegría. Y lo curioso es que, tras la hora y media que dura la obra, uno no es exactamente consciente de lo que ha presenciado, no sabe si extraer conclusiones o dejarse llevar por un sentimiento desnudo, sin causas ni efectos. Parece ser que esta última opción es la acertada, recordando una entrevista que mantuvo James Thiérrée con la periodista Gemma Tramullas:

--"Un día sin reír es un día malgastado". ¿Aprueba la frase?--No. No hay días malgastados. Se aprende mucho de los días horribles. De la felicidad no se aprende, y es un estado muy poco habitual. Si te ríes todo el día, es sospechoso.
--Pues es una cita de su abuelo...--¿De verdad? Pues yo tengo una de Colón: "Nunca vas tan lejos como cuando no sabes a dónde vas".

Nunca vas tan lejos como cuando no sabes a dónde vas…qué bonito, bello y aterrador a la vez.
Podría hablar del virtuosismo de todos y cada uno de los integrantes de la compañía, la catalana Uma Ysamat, soprano, pianista y actriz , la joven Raphaëlle Boitel, una contorsionista y acróbata aérea, el experimentado bailarín sueco Niklas Ek y el bailarín de caporeira Thiago Martins. Podría hablar de la ponencia magistral de teatro gestual que nos brindó Thiérrée (escenas míticas con elementos inertes a los que consiguió arrancar vida: una silla, una rueda gigante, una verja majestuosa), auténtico prestidigitador del movimiento. También podría comentar que el juego de luces y sombras que teñía de colores plúmbeos los movimientos de los artistas fue mágico, del artefacto herrumbroso y a la vez perfectamente engrasado en el que se convirtió la Sala Gran del Teatre Nacional de Catalunya. Podría hablar de todo eso y mucho más, porque tras el velo de teatro circense y alegre a más no poder, de lo que algunos califican como “el nuevo circo”, se esconde un espectáculo realmente innovador, amalgama de influencias y modos de ver la vida, transgresión, y mucho me temo, proclama de una subversiva manera de hacer filosofía, de sentar bases desde las que nos sustentemos. Y su proclama es ésta: puede que se nos quiera engullir la marea, puede que la tierra se resquebraje ante nuestros ojos, pero con los andrajos de lo que queda de nosotros, fletaremos un navío que pondrá a salvo lo más valioso que aún tenemos: la esperanza.

Quizás la obra parezca carecer de hilo argumental, de conflicto y cambio, y aunque las palabras introductorias que nos presenta como anticipo James Thiérrée (y que cierran la crítica), hagan ver lo contrario, la Veillée des Abysses, la Velada de los Abismos, será recordada por mucho tiempo por mostrarnos que el único argumento importante en un teatro es salir transformado, aunque sea solamente por unos segundos. Felicidades, lo habéis conseguido con creces. Yo aún sigo pensando en vosotros.

“Realmente, me hubiese gustado explicaros unas historias…perdón, una historia…pero desgraciadamente se me escapa…la historia se me escapa.
¡Ah, sí! Recuerdo…un final…que era un principio…si no se trataba de un principio que se parecía muchísimo a un final…bien… la única cosa que podemos hacer es remontar el curso contra corriente, a lo largo de un viaje…hacia el mismo sitio.
Espectáculo de chispas de alma, con las reglas de juego torcidas, donde observamos los náufragos optimistas de una nave que les acabará reencontrando en el fondo del abismo.
Nuestros personajes parecen obedecer unas leyes fugitivas, aunque su perseverancia encontrará recompensa, aunque sólo sea a través de esta luz que su actividad parece irradiar. ¿Puede que una esperanza? ¡Sí! ¡Salgamos de las tinieblas! ¡Viva la vida!”

La lástima es que la obra ha estado en cartel en Barcelona sólo entre el 26 y el 30 de septiembre. La compañía, que ya cumple diez años, irá por diferentes países como Francia, Reino Unido y Australia con este espectáculo y con Au revoir parapluie. Vale la pena seguirles la pista.


1 réplicas domingo, 30 de septiembre de 2007


Existen pueblos en los que no se retiran las luces de Navidad en todo el año. Permanecen frías durante 10 meses, acumulan polvo que oculta su verdadera identidad, y de repente, entrado ya noviembre, cobran vida, sobresaltando el aire que las envuelve. También existen fosas abisales que ocultan especies fantasmagóricas, grotescas, seres mitológicos esculpidos por la evolución, invisibles para los humanos hasta que, también de repente, cobran vida cuando el primer ojo posa su vista sobre ellas.
Como los meses durante los cuales las bombillas permanecen apagadas, como los miles de metros que separan los seres ultramarinos de la corteza terrestre, yo también tenía 10 años cuando se encendió en mí la más oculta de las rarezas, cuando se activó el mágico mecanismo de lo irracional. Ni antes, ni después, 10 años hicieron falta para que mi mente comenzara a construir sus propios monstruos marinos, para empezar a conocer la parte más absurda y humana de mí mismo.
Con 10 años ver la tele con tus padres en Navidad después de comer arroz a la cubana se asemeja mucho al paraíso terrenal. Ahí estaba yo, bien rechoncho, con los deberes hechos y mis zapatillas con velcro recién estrenadas, recostado sobre los cojines color carmín que aún conservo. Para rematar la postal, mi cara dibujaba media sonrisa, inmutable y perenne por aquel entonces. Sí señor, era una noche apacible, una noche más de calma chicha, de mar en calma. No sabía entonces que ese día era el elegido para ataviarse con el traje de buzo y realizar una inmersión a toda velocidad a la búsqueda de especies desconocidas, especies de cien cabezas y cien tentáculos.
Como de costumbre, después de cenar me dejaban escoger el canal en la tele. La verdad es que esa noche me daba un poco igual que ver, sólo estaba preocupado por estar allí, presente, mecido por la inocencia y el sopor en el que me introdujo la cena, ese era mi canal y menú aquella noche, pero no, era el encargado oficial de pulsar un botón en el mando.
-Mira mamá, creo que esta peli ha empezado hace poco. ¿La vemos?-le sugerí.
-Vale, espera que mire en la guía a ver de qué va.-contestó ella.
Mi madre busco la guía por el comedor, entre los cojines del sofá y en el aparador, pero no logró encontrarla, así que nos pusimos todos a ver imágenes en movimiento, arropados por la oscuridad salpicada de lucecitas, como tantas otras noches. Yo no tardé en notar el peso de mis párpados, la peli no me interesaba. El hiptonizador que se presentaba impune en las casas de los niños que por aquel entonces imaginaba había comenzado a actuar en mí. Era un gran profesional, en 5 minutos consiguió dormirme. Así permanecí durante la mayor parte de la película, soñando con niñas en los lavabos del patio del colegio, con luces de Navidad que se apagan y se encienden, con el frío, con el arroz a la cubana. Fue una lástima que el hipnotizador se despistara aquella noche y permitiera que despertara en el peor de los momentos. Un gran estruendo proveniente de la televisión hizo que abriera los ojos sobresaltado. Miré a mis padres pero ellos continuaban durmiendo, casi narcotizados. En mí operaba aún la lógica de los sueños, y me entregué sumiso, totalmente sólo, a la escena que acabó de abrir mis párpados legañosos, que acabó de abrir las puertas a un nuevo personaje imaginado, imaginario: se presentó ante mí un ser despreciable que se encargaba de traspasar lo que sucedía en la pantalla, fuera malo o bueno, a los incautos niños de 10 años que se atreviesen a mirar sin permiso de sus padres. Y en aquel momento y por aquella pantalla, una lámpara de cristal se hacía añicos contra el suelo porque un chico había perdido el conocimiento y había impactado contra ella, cortándose la cara contra las aristas punzantes. Ese chico también estaba sólo, como yo. Poco a poco, me metí en su piel, poco a poco comencé a notar lo que sentía él, y no me gustó. El chico empezaba a palidecer, su rostro se desfiguraba mientras emitía sonidos guturales. Una fuente de
espuma viscosa empezó a brotar de su boca. A mí aquello me pareció la muerte en persona, y la muerte hizo bailar al chico, bailar la danza de los que se preparan para bajar al infierno. El chico de la tele no paraba de realizar movimientos espasmódicos, un titiritero malvado estaba jugando con sus brazos, con sus piernas, con su torso. Lo peor de todo aquello es que parecía no tener fin, no había descanso posible, ese era su destino. Quizás, para aliviar al chico, quise absorber parte de su pena, y el ser que traspasa lo que sucede en la pantalla me ayudó a conseguirlo. Aquella fue la primera vez que no me sentí dueño de mí mismo. Noté, sin lugar a dudas, que el ser estaba jugando conmigo, riéndose de mí. Con mis ojos casi fuera de sus órbitas, noté cómo mi cuerpo perdía calor, como una estaca me atravesaba y no me dejaba reaccionar, no permitía que apartase la vista de la inerte cara del chico inconsciente. La estaca empezó a vibrar y con ella todo mi cuerpo. Se había producido el traspaso. La escena del chico desapareció de la pantalla pero ahora yo no podía dejar de temblar. El pánico se apoderó de mí sin presentarse formalmente. El choque fue brutal. Ahora lo sabía , sabía que no imaginaba nada, que había seres que podían hacerme esto y mucho más. No podía hablar, sólo sentir que faltaba poco tiempo para que cayera al suelo a vomitar espumas, para que bailase con la muerte.
Justo cuando me iba a desplomar, cuando ya no podía más, despertó mi padre. Me miró extrañado primero, y luego saltó de un brinco del sofá despertando así a mi madre. Me cogió la mano temblorosa sin saber qué estaba ocurriendo, y lo cierto es que yo no sabía qué contarles. Mucho más tarde les dije que había estado viendo una película de miedo en la tele y que estaba asustado. Estuve una semana casi en shock, prácticamente sin articular una palabra. Aquel descubrimiento era demasiado para mí, no sabía que el cuerpo humano podía reaccionar de manera tan violenta y descontrolada, sin posible salida o salvación. Tuve que realizar el aprendizaje en una semana, tuve que hacerme fuerte y empezar a conocerme a mí mismo y ya de paso, al mundo.
A los 7 días mis padres me llevaron a la playa. Hacía bastante frío, pero me encantaba estar allí bien abrigado, escuchando el rumor intermitente de las olas para sentarme en la vieja barca apostada al lado del chiringuito, que por aquel entonces era un pequeño cubo de madera esperando tiempos mejores. Tengo la sensación de que en esa playa comencé a hacerme mayor. Miré al horizonte, casi como un viejo tranquilo, y entendí que a veces la tierra sufre temblores cuando escupe fuego, y no hay nada que hacer, que los chicos a veces se ponen enfermos y mueren, y no hay nada que hacer. Entendí muchas cosas, en aquella playa. Casi lo entendí todo, arropado por mis padres, jugando con la arena entre mis dedos, haciendo pequeños montoncitos para luego aplastarlos con los pies, sonriendo otra vez cuando mi madre, juguetona, me tiraba de la papada.
A lo lejos había un pequeño barco de vela. El mástil estaba decorado con luces de Navidad de todos los colores, y se reflejaban en la superficie del mar, vistiéndolo de gala. Quién sabe, quizás el marinero las había dejado encendidas todo el año para que los monstruos marinos supieran dónde se encontraba. Enseguida me di cuenta de que eso era una tontería. Los monstruos siempre saben dónde estás, no hace falta que enciendas las luces. Esperamos a perder el barco de vista y volvimos a casa, con un poquito de arena en mis bolsillos. Hoy tengo la sensación de que nunca fui tan sabio como aquella noche.
Guardo esa arena en mi caja fuerte, porque se que esos diminutos granos que me vieron de niño, están esperando su oportunidad para salvarme otra vez.

2 réplicas sábado, 29 de septiembre de 2007



Bueeeno, el festival de Sitges está cada vez más cerca...Este año hay cuartel general donde recuperar energías en el mismo Sitges, a cuatro pasos de los cines, así que será difícil resistirse a pasarse unas horitas cada día absorto en las viejas salas y en el flamante auditorio, intentando cazar imágenes de directores y actores deambulando por el paseo o comprando posters de pelis que luego olvido en el coche de algún amigo.



Este año he hecho bien los deberes y me he preparado una selección de pelis para todos los gustos y repartidas, pero fundamentalmente son de la sección Oficial Fantàstic y Noves Visions. Creo que estas dos secciones son las que acaparan más expectación y resumen el espíritu del festival (además de las más kistch, gore, góticas y frikis que ponen la guinda al pastel, que dejaré para mentes más enfermizas)


Las elegidas soooooon (pinchad la foto para verla más grande):


Os paso un vínculo para cada peli para que podáis decidir:

Apaa, saludos

0 réplicas miércoles, 26 de septiembre de 2007



Jose Luís Guerín tiene más que ver con la pintura, con el oficio de ebanista de imágenes, con la búsqueda de la pureza en el caos, que con el cine, y por eso merece la pena acercarse a su obra. Ya en su película “En construcción” sentaba las bases de su modus operandi, de su relación con el mundo. Las imágenes que desprenden sus películas son retratos del movimiento perpetuo que pone en el mismo plano epistemológico las ondas que el viento dibuja en la melena de una desconocida y el baile de tranvías, transeúntes y bicicletas que domina el pulso actual de cualquier ciudad europea. Jose Luís Guerín parece haber condensado lo inherente al mundo y a las personas, a los gestos de cada uno, para presentarnos pastillas de realidad. “En la ciudad de Sylvia”, su última película, da rienda suelta a su yo más voyeur, y se embelesa en la búsqueda de un ideal, de la imagen perfecta de la feminidad, de los rostros que no conocemos ni conoceremos. Lo que el director consigue, pues, es una de las búsquedas más infructuosas y a la vez bellas que haya podido presenciar en un cine, y eso es mucho. Con excepcional naturalidad se produce la mímesis con el personaje principal, del que se nos presenta lo mínimo, si acaso su mirada diseccionadora, pero no sus motivaciones (y eso es una baza, ya que el espectador inevitablemente crea su propio mundo, sus propias historias que enriquecerán la que nos presenta el director)
Quizás es preferible no hablar demasiado del argumento. Quizás en esta película no es demasiado importante hacerlo, porque el argumento es la búsqueda, la búsqueda en mayúsculas, y el ensimismamiento que produce su visionado.
“En la ciudad de Sylvia” es una película para disfrutarla en silencio y con respeto. En silencio porque su metraje es prácticamente mudo: unas pocas líneas de diálogo se cuelan en un montaje pausado, tranquilo, que a la vez exige una completa concentración, pues cada gesto es importante, cada gesto entraña una identidad completa. Con respeto, porque es como el director trata al ser humano y a sus complicadas redes de interacciones, entre el mundo y las personas, entre la ciudad y las personas, y finalmente entre personas. Si queréis pasar un rato agradable revolviendo los cajones de la mesita de noche, buscando algo que de antemano sabéis que no vais a encontrar, pero sabiendo que la búsqueda devolverá a la vida objetos olvidados … esta es la película.

0 réplicas lunes, 24 de septiembre de 2007


El que no quiero ser arranca pedazos de algodón, y la silla cojea.
Las hebras quedan para el recuerdo, el trozo irremplazable.
El algodón en la silla se tambalea, se moja y se seca, se moja y se seca.
Y rechinan ahora los dientes de las patas,
lo que queda de algodón no puede pararlo ahora.
Aparecen y desaparecen, la silla y el algodón,
y se cubre de niebla la habitación,
y no hay forma de saber donde acaba uno, donde empieza otro,
donde la hebra y donde el vacío.
Quién diseñó la silla, que ahora rechina. La diseñé yo, con las manos taradas.
Se rompe la losa de tanto picar,
la grieta escoge siempre el peor camino,
y a la tierra le duele, y lo has hecho tú.
Sangras y lo has hecho tú.
No querías pero lo has hecho tú.
Querías.
Ahora las hebras buscan aliento y rellenan las grietas, se van por el peor camino.
Todo se calma, se calma.
La niebla ha mojado el algodón.
Ya ha cambiado de color.
No quería.
Cambió.

0 réplicas jueves, 20 de septiembre de 2007



Tres microrrelatos, sobre tres personajes diferentes.





A los tres les gustan los perfumes

Emilio. Trabaja seleccionando personal para multinacionales en una consultora. Es detallista, compasivo y remilgado. Le gusta el tacto de las chaquetas de pana y siempre, siempre, lleva zapatos marrones. Tiene 49 años, 2 hijos y veranea en Peñíscola desde que se casó hace 23 años. Le gusta mucho el presentador Andoni Ferreño y lamentó profundamente la desaparición de la parilla televisiva del programa “Noche de Fiesta”.

Carmen, monja cartuja de 73 años. Es misteriosa, vital y positiva. Se consagró a la orden en los años 50, y se trasladó desde Italia al único monasterio cartujo para mujeres existente en España. Tiene un ojo azul y otro verde, como David Bowie, a quien no conoce ni de oídas. La recogida del champiñón que cultivan en la huerta le ha esculpido de nuevo las manos, ahora son un poco de cartón. Mantiene su hábito siempre impoluto. La superiora no sabe que antes del oficio nocturno siempre lo perfuma con esencia de rosas silvestres que le trae su hermana Amparo desde Castellón. La superiora también desconoce otras cosas de Carmen.


Ramón, afilador de cuchillos. Es salao, intrépido y soñador. Natural de Badalona. Su mujer le prepara los calcetines todas las mañanas, en disposición militar, totalmente simétrica, encima de la cama, y eso le alegra el día. En el brazo derecho tiene una gran cicatriz fruto de una operación que le apartó de su oficio durante todo un verano. Tiene 56 años y el pelo como de estropajo, canoso y fuerte. Las mujeres salen un poco antes del mercado para verle pasar por la calle Mayor, con su flautita y sus pantalones gris perla que le marcan el paquete.

A Emilio, Carmen y Ramón les gusta mucho los perfumes.




Café, Emilio, café.

Emilio pensaba: -Café de Colombia, del bueno. Esto es aromático, esto es café. Me vino aquel chico con mucho ímpetu y se dedicó a alabar el aroma que desprendía mi taza dorada, la taza con relieve japonés del ajuar, eso sí que era estar a la que salta, el muy vivo. Y míralo, míralo como esta rindiendo en RITESA. Los que tenemos ojo tenemos ojo.-
Emilio se movía: de la oficina a la máquina de snacks no necesitabas más de 10 o 20 zancadas, pero Emilio las planeaba al dedillo. Primero un vistazo al traje, ni rastro de manchas, bien. Luego otro al bigotillo a través del espejo que escondía en el segundo cajón. Bigotillo bien recortado, bien. Tras de sí dejaba un reguero de Varón Dandy que echaba para atrás, y sin embargo a él siempre le parecía que olía a sudor, que algo fallaba con sus feromonas y que eran más potentes que las del resto de la gente. Lo solucionaba, por supuesto, con más Varón Dandy. Emilio repasaba los currículums a primera hora frente a la máquina de pastas y zumos. Y lo hacía sin prisas, mojándose el dedillo índice, acariciando las aristas de las hojas, mirando las fotos de los chavales, cuánto talento veía en los ojos de esos chavales. Y vive Dios, cómo disfrutaba Emilio regalando a las empresas su más preciado activo.
Emilio actuaba:
-Bien, señor Rosales, tras examinar su currículum me ha impresionado que ha cursado usted un máster en inyección de plásticos en la escuela…por cierto, ¿un café?
-Oh, sí, gracias. La verdad es que a estas horas se agradece. Soy un poquito maniático con el café, pero se lo agradezco.
-No me diga, no me diga que sabe apreciar usted un buen café…
-Bueno, me gustaría no ser tan selectivo, pero dos años en México hacen de ti un sibarita para estas cosas. Ya sabe, soy un poco de café, copa y puro, jeje.
-Rosales, ¡¡ya quedamos pocos!! En fin, a lo que íbamos. Parece ser que cumple usted el perfil para…


Por D/dios Carmen, por D/dios…

Las montañas que rodeaban el convento eran senos turgentes, bien proporcionados, se decía Carmen. El valle que la veía todos los días antes del amanecer era el pubis de Afrodita, los árboles que apuntaban hacia el cielo, los pezones gigantes de Adonis. El barrizal, quizás la lengua colmada de uvas pasas de Eros, lengua que cobraba vida y le susurraba los secretos de la existencia. Hacía unos años que Carmen se veía sorprendida por este tipo de pensamientos, hacía años que conversaba con todo lo que le rodeaba, envuelta en mil matices y olores, en mil tactos aterciopelados.
Esa mañana estaba cogiendo champiñones, a solas con Dios, a solas con el verde clorofila y con el rojo de unos labios carnosos que enmarcaba el monasterio. Charlaba con su amigo, su amado confesor ultraterrenal, y ya no tenía secretos para él, nunca más. Cuando Carmen se agachaba su hábito se prendía de vida, mecido por el viento de Benifasar. El aire brindaba caricias a sus muslos, se sentía insuflada de energía aquella mañana. Tenía ganas de saltar, ¡saltar!
Se acercó a la valla que rodea la huerta, allí acertó a ver un grupo de champiñones bien lustrosos, brillantes y sanos, listos para recoger. Nunca Carmen ha dejado de creer en los milagros, milagros como esos champiñones. Se puso de rodillas y los contempló durante varios minutos con una amplia sonrisa. Luego, suavemente, acarició el tallo de uno de ellos, el más fuerte, el más vigoroso. Lo hacía con los ojos cerrados y como guiada por la mano de Dios. Pero lo más glorioso de ese día, lo que la avivó en su fe como viento que agita las llamas fue la rugosa textura de la cabeza oronda del hongo. Sus terminaciones nerviosas se colmaron de luz y Carmen sintió una dulce punzada. En ese momento, rompió su voto de silencio y, con lágrimas brotando de su entrepierna, le regaló unas palabras al horizonte –Gracias, Señor.

Ramón Manostijeras

No se cuántas veces he alquilado ya Terminator 2. ¿20, 30 veces? Nunca me parece suficiente. El malo ese de metal es acojonante, con sus manos que se convierten en martillo, en machete, y venga, venga a darle a to lo que se menea. Y como corre, con lo que pesa el acero del que está hecho, como corre el tío. Que mal iba yo a vivir si los cuchillos jamoneros los sacaran de la peli…
-Ramón, majo, me afilas estas tijeras, que ya no me cortan bien el pollo…
-Si señora Antonia, ahora se las dejo niqueladas. ¿Ya sabe usted lo que ha pasao allí en donde vive la señora Nieves?
-¿Qué ha pasao hijo? –la señora Antonia ponía cara de atender la conversación frugal del afilador, pero cuando su mirada se posaba sobre la hoja de molar para afilar sus tijeras, aprovechaba para dar un repaso fugaz a la bien provista delantera del amigo.
- Pues mi señora me ha comentao que tienen secuestrao allí al niño de la tele, ese que desaparició en Navidad. Pues no se lo va usted a creer que me pase el otro día y vi como la sombra de un niño entre las cortinas.
-¡Pero si la señora Nieves no se aguanta de pie sola, que le va la asistenta to los días! Ay Ramón, que siempre estás con tus tontadas.
-Sí, sí, usted pásese y vea, que yo creo que la Nieves está más sola que la una y se ha agenciao un hijo de alquiler. Pásese usted y ya me dirá.
-Hijo, no sé que ties en la cabeza, pero hay que ver que lustre le dejas a las tijeras. ¿Cuánto es rey?
-No se si cobrarla con lo guapa que se ha puesto hoy, que parece una muñeca de porcelana señora Antonia. ¡Y lo bien que huele!
-Anda, anda, cóbrate y quédate la vuelta... Ale, que no se diga que soy roñosa, págate un cafelito a mi salud. Me voy donde la Nieves a saludarla.
-¡Llévese cuidao!
Si la señora Antonia saliese en Terminator 2 que mal lo llevaba con el malo de metal, con ese pandero que se gasta la pillaba en un santiamén. ¿Habrá salio ya la tercera? me tengo que ir a la ciudad a ver…

2 réplicas miércoles, 19 de septiembre de 2007


Vaya vaya...empiezo con ganas. Segundo día de blog y segunda entrada. A ver si sigo a este ritmo.

Hoy cuelgo uno de los relatos que realicé para el curso por internet "el gozo de escribir" de la escuela de escritores. Es un curso introductorio de escritura creativa. En él te proponen ejercicios de escritura y chats con los compañeros de curso, en los que se practican técnicas para fomentar la creatividad. Es bastante interesante si te gusta escribir y necesitas un empujoncito. El curso está bastante inspirado en un libro llamado "El gozo de escribir" de Natalie Goldberg. Si queréis echar un vistazo esta es la página web:


El libro, por si os interesa, lo podéis comprar (sin gastos de envío si os registráis por primera vez) en la siguiente página:



Estoy pensando en apuntarme a un curso algo más largo, para profundizar y ponerme más a prueba.


en fin, tras las recomendaciones, ahí va el relato. La verdad es que mientras lo hacía no me di cuenta, pero una compañera de curso me comentó que el relato le recordaba mucho a la película Pi, de Darren Aronofsky (cojonuda por cierto, lo mejor de Aronofsky junto con Requiem for a Dream, aunque claro, sólo tiene tres películas...). La verdad es que se podría currar más, porque sólo era un ejercicio. De todas maneras, ahí va.


Pi

-Pabl…,Miguel…¡Adrián! (mi abuela siempre nombra, como mínimo, a dos parientes cercanos antes de dirigirse a alguien) quita el aparato de la mesa, ¡me estropeas el mantel! Mira como está ya, amarilleao
Le puse el portátil en la mesa supletoria que utiliza para poner galletitas de mantequilla cuando vienen las vecinas a visitarla.
Desde que vivo con mi abuela puedo dedicar más tiempo a la búsqueda, además, siempre huele a pasteles. Cuando me ve todo el día tecleando en el ordenador y poniendo en orden montañas y montañas de documentos, imagina que soy reportero y escribo para un periódico de esos que regalan en la estación de tren, o a veces que soy escritor y con lo que gane de la publicación de mi primer libro le compraré una casita en Peñíscola, donde veraneaba con el abuelo. Otros días no cree nada, se limita a alinear su eje de visión con la pantalla del televisor, se apoltrona en el sofá y se traga toda la mierda que echen hasta la hora de la papilla. Hoy es un día de esos, uno de esos días que aprovecho para dedicarlo enteramente a la búsqueda.
Mucha gente sabe que el número pi tiene infinitas cifras decimales aleatorias: 3,14159265 y así infinitamente. Lo que no todo el mundo parece haber descubierto es que todo, absolutamente todo, está en pi: Lo que estoy escribiendo, tus pensamientos fugaces, lo que dirá mi abuela cuando despierte, la predicción del tiempo de hoy, la transcripción literal del Quijote y de las obras de todos los escritores pasados y futuros hasta la destrucción de la tierra, la fecha de esa destrucción…No es tan difícil de entender: si sustituimos el 1 por la A, el 2 por la B, el tres por la C, y así sucesivamente, formaremos una serie de letras aleatorias e infinitas. Sólo es cuestión de buscar entre la información basura para encontrar las verdaderas gemas, el secreto del grial, las frases escurridizas como gatos asustados, reveladoras y alentadoras como el ángel Gabriel. La primera vez que me di cuenta se me heló la sangre. En esta búsqueda estoy enfrascado hace diez años. Busco desentrañar los secretos del pasado, conversaciones futuras con civilizaciones alienígenas, libros perdidos, nuevas teorías científicas. Todo está en pi, todo…
-Gzzzzhmm, pssssssss
Joder, ya estamos con la incontinencia urinaria de mi abuela. Así es imposible concentrarse. Ella no se da cuenta de lo importante de mi búsqueda, no entiende que dejara el trabajo hace un par de años para dejarme la sangre y el dinero en esto. Como contrapartida, está atendida las 24 horas del día y me deja fumar en el balcón. Limpio el sofá de miguillas de hojaldre, le seco la baba y le doy un beso en la frente. Parece que no se da cuenta, pero sí, sí, ellos lo agradecen.
Se que estoy muy cerca de conseguir algo grande, la búsqueda está dando sus frutos. El mes pasado descubrí la frase “Con cien cañones por banda” y “La doble hélice de ADN” después de millones de cálculos e iteraciones por ordenador. Se me cayeron dos lagrimones gordos como almendras encima de la tarta de chocolate. Estoy más seguro que nunca, más fuerte y convencido que nunca. Todos acertaran a ver un día que mi titánico esfuerzo ha valido la pena. A veces me preocupa lo de recoger el Nobel, nunca he montado en avión, siempre comienzo a sudar cuando pienso en eso. Tengo que ser fuerte, no hay otra manera de acabar con esto.
Descansar un rato me vendrá bien. Siempre me ha gustado el taburete de mimbre del comedor: es cómodo y cruje mucho cuando te sientas. Me pongo al lado de la abuela a mirar la tele. Por orden de cadenas: reportaje sobre retrasos del tren y el temporal que se avecina, las nuevas aventuras de Superman, una mujer besando una manta recién lavada, dos chicas manga levitando en un cielo psicodélico, el príncipe Felipe con un polo verde rodeado de bebés, Marlene Mourreau enseñando las tetas y una loncha de jamón dulce apareciendo de la nada en una mano femenina. Cada día entiendo menos los intereses de la gente, pero a mi abuela le entretiene bastante. Marlene tiene buenas tetas, la verdad. No, ahora no me puedo masturbar.
-Ding dong… ¡El enfermero!
Le abro la puerta, venía con la vacuna para la gripe de la campaña de invierno. Le digo que está durmiendo pero no puede venir hasta la semana que viene, así que se la pondrá hoy. Le limpio otra vez la baba a la abuela y la despierto. Es bueno el mimbre este, me recoge muy bien el culo. Me quedo absorto mirando como la aguja penetra la piel curtida de su antebrazo. Esa piel ha vivido muucho, se nota que es una piel sabia. Mi imaginación bucea entre los pequeños virus inactivos que corretean por la corriente sanguínea de mi abuela, activando sus centros de producción de ufanos anticuerpos, dotados de armas específicas contra el recién inoculado invasor. Yo aún soy joven, las vacunas son para los abuelos. Un día, pronto, no tendrá que pasar por pinchazos y revisiones semanales. Pronto nada de eso será necesario. Sólo me tengo que esforzar un poquito más.
-Qué Adrián, a ti no te pincho ¿eh? ¡ Tú ya estás vacunado contra la realidad! ¡ Juaas!
El enfermero siempre me hacía bromas por el estilo, pero me llevaba bien con él porque la trataba con cariño. Le perdonaba la impertinencia, nadie es perfecto. Será mejor que vuelva con lo mío.

0 réplicas martes, 18 de septiembre de 2007


Es la primera vez que me pongo a hacer esto, así que lo voy a hacer sin pensármelo dos veces, en realidad ni siquiera una. En principio comentaré las pelis que vaya viendo e iré publicando los relatos que escriba, pero todo puede pasar.
Dentro de poco empieza el festival de Sitges (yo vivo allí), así que ire comentando todas las películas que vaya viendo, que serán, seguro, muchas.
De momento os puedo comentar las que he preseleccionado de la sección Oficial Fantàstic LLargs (aunque no se aún si caeran todas) y Oficial Premiere, tras una laaarga búsqueda por foros, blogs de cine, trailers y demás. Para mí, estas son las más sucosas/suculentas/interesantes:

Sección Fantàstic Llargs:

I'm a cyborg, but that's ok, de Chan-Wook Park
Los cronocrímenes, de Nacho Vigalondo (sí, el del corto del Óscar)
Slipstream, de Anthony Hopkins (ummm...)
Teeth, de Mitchell Lichtenstein (muy buena pinta)
The fall, de Tarsem Singh
The Nines, de John August

Sección Oficial Premiere:

American Crime, de Tommy O'Haver
Los Justos, de Manuel Carballo
Redacted, de Brian de Palma
The Ten, de David Wain

Pasarlas a describir ahora, una por una, antes de verlas, sería un coñazo, para mí y para vosotros. Sólo me limitaré a comentar que el nexo común entre ellas es que se alejan un poco de estereotipos y películas puramente de género, que las hay y muchas en el festival de Sitges (no tengo nada en contra, pa gustos los colores). Personalmente prefiero ver algo refrescante y no refritos, versiones y reversiones o vueltas de tuerca de las mismas estructuras.

Más adelante ya daré los nombres de las elegidas para otras secciones del festival.

Siempre me ha gustado este festival, y ahora lo viviré más porque me acabo de mudar a Sitges con mi novia, así que ya os iré contando cómo va. Os lo recomiendo, por el ambiente cinéfilo que se crea en la ciudad (un poco friki a veces, pa que nos vamos a engañar) y por la ciudad en sí. Os paso el vínculo del festival:
http://www.cinemasitges.com/

Ale, solo para arrancar motores.


AuToRRR

Pensamientos,recomendaciones de cine, lecturas, desbarres, enlaces. En fin, lo que sea vaya.