Autor: Adrian Bravo (Ilustración: Jonna Vainionpää)

yoYoyoYo

yoYoyoYo

ViiiisiTAs

cinefilia y relatos

1 réplicas domingo, 30 de septiembre de 2007


Existen pueblos en los que no se retiran las luces de Navidad en todo el año. Permanecen frías durante 10 meses, acumulan polvo que oculta su verdadera identidad, y de repente, entrado ya noviembre, cobran vida, sobresaltando el aire que las envuelve. También existen fosas abisales que ocultan especies fantasmagóricas, grotescas, seres mitológicos esculpidos por la evolución, invisibles para los humanos hasta que, también de repente, cobran vida cuando el primer ojo posa su vista sobre ellas.
Como los meses durante los cuales las bombillas permanecen apagadas, como los miles de metros que separan los seres ultramarinos de la corteza terrestre, yo también tenía 10 años cuando se encendió en mí la más oculta de las rarezas, cuando se activó el mágico mecanismo de lo irracional. Ni antes, ni después, 10 años hicieron falta para que mi mente comenzara a construir sus propios monstruos marinos, para empezar a conocer la parte más absurda y humana de mí mismo.
Con 10 años ver la tele con tus padres en Navidad después de comer arroz a la cubana se asemeja mucho al paraíso terrenal. Ahí estaba yo, bien rechoncho, con los deberes hechos y mis zapatillas con velcro recién estrenadas, recostado sobre los cojines color carmín que aún conservo. Para rematar la postal, mi cara dibujaba media sonrisa, inmutable y perenne por aquel entonces. Sí señor, era una noche apacible, una noche más de calma chicha, de mar en calma. No sabía entonces que ese día era el elegido para ataviarse con el traje de buzo y realizar una inmersión a toda velocidad a la búsqueda de especies desconocidas, especies de cien cabezas y cien tentáculos.
Como de costumbre, después de cenar me dejaban escoger el canal en la tele. La verdad es que esa noche me daba un poco igual que ver, sólo estaba preocupado por estar allí, presente, mecido por la inocencia y el sopor en el que me introdujo la cena, ese era mi canal y menú aquella noche, pero no, era el encargado oficial de pulsar un botón en el mando.
-Mira mamá, creo que esta peli ha empezado hace poco. ¿La vemos?-le sugerí.
-Vale, espera que mire en la guía a ver de qué va.-contestó ella.
Mi madre busco la guía por el comedor, entre los cojines del sofá y en el aparador, pero no logró encontrarla, así que nos pusimos todos a ver imágenes en movimiento, arropados por la oscuridad salpicada de lucecitas, como tantas otras noches. Yo no tardé en notar el peso de mis párpados, la peli no me interesaba. El hiptonizador que se presentaba impune en las casas de los niños que por aquel entonces imaginaba había comenzado a actuar en mí. Era un gran profesional, en 5 minutos consiguió dormirme. Así permanecí durante la mayor parte de la película, soñando con niñas en los lavabos del patio del colegio, con luces de Navidad que se apagan y se encienden, con el frío, con el arroz a la cubana. Fue una lástima que el hipnotizador se despistara aquella noche y permitiera que despertara en el peor de los momentos. Un gran estruendo proveniente de la televisión hizo que abriera los ojos sobresaltado. Miré a mis padres pero ellos continuaban durmiendo, casi narcotizados. En mí operaba aún la lógica de los sueños, y me entregué sumiso, totalmente sólo, a la escena que acabó de abrir mis párpados legañosos, que acabó de abrir las puertas a un nuevo personaje imaginado, imaginario: se presentó ante mí un ser despreciable que se encargaba de traspasar lo que sucedía en la pantalla, fuera malo o bueno, a los incautos niños de 10 años que se atreviesen a mirar sin permiso de sus padres. Y en aquel momento y por aquella pantalla, una lámpara de cristal se hacía añicos contra el suelo porque un chico había perdido el conocimiento y había impactado contra ella, cortándose la cara contra las aristas punzantes. Ese chico también estaba sólo, como yo. Poco a poco, me metí en su piel, poco a poco comencé a notar lo que sentía él, y no me gustó. El chico empezaba a palidecer, su rostro se desfiguraba mientras emitía sonidos guturales. Una fuente de
espuma viscosa empezó a brotar de su boca. A mí aquello me pareció la muerte en persona, y la muerte hizo bailar al chico, bailar la danza de los que se preparan para bajar al infierno. El chico de la tele no paraba de realizar movimientos espasmódicos, un titiritero malvado estaba jugando con sus brazos, con sus piernas, con su torso. Lo peor de todo aquello es que parecía no tener fin, no había descanso posible, ese era su destino. Quizás, para aliviar al chico, quise absorber parte de su pena, y el ser que traspasa lo que sucede en la pantalla me ayudó a conseguirlo. Aquella fue la primera vez que no me sentí dueño de mí mismo. Noté, sin lugar a dudas, que el ser estaba jugando conmigo, riéndose de mí. Con mis ojos casi fuera de sus órbitas, noté cómo mi cuerpo perdía calor, como una estaca me atravesaba y no me dejaba reaccionar, no permitía que apartase la vista de la inerte cara del chico inconsciente. La estaca empezó a vibrar y con ella todo mi cuerpo. Se había producido el traspaso. La escena del chico desapareció de la pantalla pero ahora yo no podía dejar de temblar. El pánico se apoderó de mí sin presentarse formalmente. El choque fue brutal. Ahora lo sabía , sabía que no imaginaba nada, que había seres que podían hacerme esto y mucho más. No podía hablar, sólo sentir que faltaba poco tiempo para que cayera al suelo a vomitar espumas, para que bailase con la muerte.
Justo cuando me iba a desplomar, cuando ya no podía más, despertó mi padre. Me miró extrañado primero, y luego saltó de un brinco del sofá despertando así a mi madre. Me cogió la mano temblorosa sin saber qué estaba ocurriendo, y lo cierto es que yo no sabía qué contarles. Mucho más tarde les dije que había estado viendo una película de miedo en la tele y que estaba asustado. Estuve una semana casi en shock, prácticamente sin articular una palabra. Aquel descubrimiento era demasiado para mí, no sabía que el cuerpo humano podía reaccionar de manera tan violenta y descontrolada, sin posible salida o salvación. Tuve que realizar el aprendizaje en una semana, tuve que hacerme fuerte y empezar a conocerme a mí mismo y ya de paso, al mundo.
A los 7 días mis padres me llevaron a la playa. Hacía bastante frío, pero me encantaba estar allí bien abrigado, escuchando el rumor intermitente de las olas para sentarme en la vieja barca apostada al lado del chiringuito, que por aquel entonces era un pequeño cubo de madera esperando tiempos mejores. Tengo la sensación de que en esa playa comencé a hacerme mayor. Miré al horizonte, casi como un viejo tranquilo, y entendí que a veces la tierra sufre temblores cuando escupe fuego, y no hay nada que hacer, que los chicos a veces se ponen enfermos y mueren, y no hay nada que hacer. Entendí muchas cosas, en aquella playa. Casi lo entendí todo, arropado por mis padres, jugando con la arena entre mis dedos, haciendo pequeños montoncitos para luego aplastarlos con los pies, sonriendo otra vez cuando mi madre, juguetona, me tiraba de la papada.
A lo lejos había un pequeño barco de vela. El mástil estaba decorado con luces de Navidad de todos los colores, y se reflejaban en la superficie del mar, vistiéndolo de gala. Quién sabe, quizás el marinero las había dejado encendidas todo el año para que los monstruos marinos supieran dónde se encontraba. Enseguida me di cuenta de que eso era una tontería. Los monstruos siempre saben dónde estás, no hace falta que enciendas las luces. Esperamos a perder el barco de vista y volvimos a casa, con un poquito de arena en mis bolsillos. Hoy tengo la sensación de que nunca fui tan sabio como aquella noche.
Guardo esa arena en mi caja fuerte, porque se que esos diminutos granos que me vieron de niño, están esperando su oportunidad para salvarme otra vez.

2 réplicas sábado, 29 de septiembre de 2007



Bueeeno, el festival de Sitges está cada vez más cerca...Este año hay cuartel general donde recuperar energías en el mismo Sitges, a cuatro pasos de los cines, así que será difícil resistirse a pasarse unas horitas cada día absorto en las viejas salas y en el flamante auditorio, intentando cazar imágenes de directores y actores deambulando por el paseo o comprando posters de pelis que luego olvido en el coche de algún amigo.



Este año he hecho bien los deberes y me he preparado una selección de pelis para todos los gustos y repartidas, pero fundamentalmente son de la sección Oficial Fantàstic y Noves Visions. Creo que estas dos secciones son las que acaparan más expectación y resumen el espíritu del festival (además de las más kistch, gore, góticas y frikis que ponen la guinda al pastel, que dejaré para mentes más enfermizas)


Las elegidas soooooon (pinchad la foto para verla más grande):


Os paso un vínculo para cada peli para que podáis decidir:

Apaa, saludos

0 réplicas miércoles, 26 de septiembre de 2007



Jose Luís Guerín tiene más que ver con la pintura, con el oficio de ebanista de imágenes, con la búsqueda de la pureza en el caos, que con el cine, y por eso merece la pena acercarse a su obra. Ya en su película “En construcción” sentaba las bases de su modus operandi, de su relación con el mundo. Las imágenes que desprenden sus películas son retratos del movimiento perpetuo que pone en el mismo plano epistemológico las ondas que el viento dibuja en la melena de una desconocida y el baile de tranvías, transeúntes y bicicletas que domina el pulso actual de cualquier ciudad europea. Jose Luís Guerín parece haber condensado lo inherente al mundo y a las personas, a los gestos de cada uno, para presentarnos pastillas de realidad. “En la ciudad de Sylvia”, su última película, da rienda suelta a su yo más voyeur, y se embelesa en la búsqueda de un ideal, de la imagen perfecta de la feminidad, de los rostros que no conocemos ni conoceremos. Lo que el director consigue, pues, es una de las búsquedas más infructuosas y a la vez bellas que haya podido presenciar en un cine, y eso es mucho. Con excepcional naturalidad se produce la mímesis con el personaje principal, del que se nos presenta lo mínimo, si acaso su mirada diseccionadora, pero no sus motivaciones (y eso es una baza, ya que el espectador inevitablemente crea su propio mundo, sus propias historias que enriquecerán la que nos presenta el director)
Quizás es preferible no hablar demasiado del argumento. Quizás en esta película no es demasiado importante hacerlo, porque el argumento es la búsqueda, la búsqueda en mayúsculas, y el ensimismamiento que produce su visionado.
“En la ciudad de Sylvia” es una película para disfrutarla en silencio y con respeto. En silencio porque su metraje es prácticamente mudo: unas pocas líneas de diálogo se cuelan en un montaje pausado, tranquilo, que a la vez exige una completa concentración, pues cada gesto es importante, cada gesto entraña una identidad completa. Con respeto, porque es como el director trata al ser humano y a sus complicadas redes de interacciones, entre el mundo y las personas, entre la ciudad y las personas, y finalmente entre personas. Si queréis pasar un rato agradable revolviendo los cajones de la mesita de noche, buscando algo que de antemano sabéis que no vais a encontrar, pero sabiendo que la búsqueda devolverá a la vida objetos olvidados … esta es la película.

0 réplicas lunes, 24 de septiembre de 2007


El que no quiero ser arranca pedazos de algodón, y la silla cojea.
Las hebras quedan para el recuerdo, el trozo irremplazable.
El algodón en la silla se tambalea, se moja y se seca, se moja y se seca.
Y rechinan ahora los dientes de las patas,
lo que queda de algodón no puede pararlo ahora.
Aparecen y desaparecen, la silla y el algodón,
y se cubre de niebla la habitación,
y no hay forma de saber donde acaba uno, donde empieza otro,
donde la hebra y donde el vacío.
Quién diseñó la silla, que ahora rechina. La diseñé yo, con las manos taradas.
Se rompe la losa de tanto picar,
la grieta escoge siempre el peor camino,
y a la tierra le duele, y lo has hecho tú.
Sangras y lo has hecho tú.
No querías pero lo has hecho tú.
Querías.
Ahora las hebras buscan aliento y rellenan las grietas, se van por el peor camino.
Todo se calma, se calma.
La niebla ha mojado el algodón.
Ya ha cambiado de color.
No quería.
Cambió.

0 réplicas jueves, 20 de septiembre de 2007



Tres microrrelatos, sobre tres personajes diferentes.





A los tres les gustan los perfumes

Emilio. Trabaja seleccionando personal para multinacionales en una consultora. Es detallista, compasivo y remilgado. Le gusta el tacto de las chaquetas de pana y siempre, siempre, lleva zapatos marrones. Tiene 49 años, 2 hijos y veranea en Peñíscola desde que se casó hace 23 años. Le gusta mucho el presentador Andoni Ferreño y lamentó profundamente la desaparición de la parilla televisiva del programa “Noche de Fiesta”.

Carmen, monja cartuja de 73 años. Es misteriosa, vital y positiva. Se consagró a la orden en los años 50, y se trasladó desde Italia al único monasterio cartujo para mujeres existente en España. Tiene un ojo azul y otro verde, como David Bowie, a quien no conoce ni de oídas. La recogida del champiñón que cultivan en la huerta le ha esculpido de nuevo las manos, ahora son un poco de cartón. Mantiene su hábito siempre impoluto. La superiora no sabe que antes del oficio nocturno siempre lo perfuma con esencia de rosas silvestres que le trae su hermana Amparo desde Castellón. La superiora también desconoce otras cosas de Carmen.


Ramón, afilador de cuchillos. Es salao, intrépido y soñador. Natural de Badalona. Su mujer le prepara los calcetines todas las mañanas, en disposición militar, totalmente simétrica, encima de la cama, y eso le alegra el día. En el brazo derecho tiene una gran cicatriz fruto de una operación que le apartó de su oficio durante todo un verano. Tiene 56 años y el pelo como de estropajo, canoso y fuerte. Las mujeres salen un poco antes del mercado para verle pasar por la calle Mayor, con su flautita y sus pantalones gris perla que le marcan el paquete.

A Emilio, Carmen y Ramón les gusta mucho los perfumes.




Café, Emilio, café.

Emilio pensaba: -Café de Colombia, del bueno. Esto es aromático, esto es café. Me vino aquel chico con mucho ímpetu y se dedicó a alabar el aroma que desprendía mi taza dorada, la taza con relieve japonés del ajuar, eso sí que era estar a la que salta, el muy vivo. Y míralo, míralo como esta rindiendo en RITESA. Los que tenemos ojo tenemos ojo.-
Emilio se movía: de la oficina a la máquina de snacks no necesitabas más de 10 o 20 zancadas, pero Emilio las planeaba al dedillo. Primero un vistazo al traje, ni rastro de manchas, bien. Luego otro al bigotillo a través del espejo que escondía en el segundo cajón. Bigotillo bien recortado, bien. Tras de sí dejaba un reguero de Varón Dandy que echaba para atrás, y sin embargo a él siempre le parecía que olía a sudor, que algo fallaba con sus feromonas y que eran más potentes que las del resto de la gente. Lo solucionaba, por supuesto, con más Varón Dandy. Emilio repasaba los currículums a primera hora frente a la máquina de pastas y zumos. Y lo hacía sin prisas, mojándose el dedillo índice, acariciando las aristas de las hojas, mirando las fotos de los chavales, cuánto talento veía en los ojos de esos chavales. Y vive Dios, cómo disfrutaba Emilio regalando a las empresas su más preciado activo.
Emilio actuaba:
-Bien, señor Rosales, tras examinar su currículum me ha impresionado que ha cursado usted un máster en inyección de plásticos en la escuela…por cierto, ¿un café?
-Oh, sí, gracias. La verdad es que a estas horas se agradece. Soy un poquito maniático con el café, pero se lo agradezco.
-No me diga, no me diga que sabe apreciar usted un buen café…
-Bueno, me gustaría no ser tan selectivo, pero dos años en México hacen de ti un sibarita para estas cosas. Ya sabe, soy un poco de café, copa y puro, jeje.
-Rosales, ¡¡ya quedamos pocos!! En fin, a lo que íbamos. Parece ser que cumple usted el perfil para…


Por D/dios Carmen, por D/dios…

Las montañas que rodeaban el convento eran senos turgentes, bien proporcionados, se decía Carmen. El valle que la veía todos los días antes del amanecer era el pubis de Afrodita, los árboles que apuntaban hacia el cielo, los pezones gigantes de Adonis. El barrizal, quizás la lengua colmada de uvas pasas de Eros, lengua que cobraba vida y le susurraba los secretos de la existencia. Hacía unos años que Carmen se veía sorprendida por este tipo de pensamientos, hacía años que conversaba con todo lo que le rodeaba, envuelta en mil matices y olores, en mil tactos aterciopelados.
Esa mañana estaba cogiendo champiñones, a solas con Dios, a solas con el verde clorofila y con el rojo de unos labios carnosos que enmarcaba el monasterio. Charlaba con su amigo, su amado confesor ultraterrenal, y ya no tenía secretos para él, nunca más. Cuando Carmen se agachaba su hábito se prendía de vida, mecido por el viento de Benifasar. El aire brindaba caricias a sus muslos, se sentía insuflada de energía aquella mañana. Tenía ganas de saltar, ¡saltar!
Se acercó a la valla que rodea la huerta, allí acertó a ver un grupo de champiñones bien lustrosos, brillantes y sanos, listos para recoger. Nunca Carmen ha dejado de creer en los milagros, milagros como esos champiñones. Se puso de rodillas y los contempló durante varios minutos con una amplia sonrisa. Luego, suavemente, acarició el tallo de uno de ellos, el más fuerte, el más vigoroso. Lo hacía con los ojos cerrados y como guiada por la mano de Dios. Pero lo más glorioso de ese día, lo que la avivó en su fe como viento que agita las llamas fue la rugosa textura de la cabeza oronda del hongo. Sus terminaciones nerviosas se colmaron de luz y Carmen sintió una dulce punzada. En ese momento, rompió su voto de silencio y, con lágrimas brotando de su entrepierna, le regaló unas palabras al horizonte –Gracias, Señor.

Ramón Manostijeras

No se cuántas veces he alquilado ya Terminator 2. ¿20, 30 veces? Nunca me parece suficiente. El malo ese de metal es acojonante, con sus manos que se convierten en martillo, en machete, y venga, venga a darle a to lo que se menea. Y como corre, con lo que pesa el acero del que está hecho, como corre el tío. Que mal iba yo a vivir si los cuchillos jamoneros los sacaran de la peli…
-Ramón, majo, me afilas estas tijeras, que ya no me cortan bien el pollo…
-Si señora Antonia, ahora se las dejo niqueladas. ¿Ya sabe usted lo que ha pasao allí en donde vive la señora Nieves?
-¿Qué ha pasao hijo? –la señora Antonia ponía cara de atender la conversación frugal del afilador, pero cuando su mirada se posaba sobre la hoja de molar para afilar sus tijeras, aprovechaba para dar un repaso fugaz a la bien provista delantera del amigo.
- Pues mi señora me ha comentao que tienen secuestrao allí al niño de la tele, ese que desaparició en Navidad. Pues no se lo va usted a creer que me pase el otro día y vi como la sombra de un niño entre las cortinas.
-¡Pero si la señora Nieves no se aguanta de pie sola, que le va la asistenta to los días! Ay Ramón, que siempre estás con tus tontadas.
-Sí, sí, usted pásese y vea, que yo creo que la Nieves está más sola que la una y se ha agenciao un hijo de alquiler. Pásese usted y ya me dirá.
-Hijo, no sé que ties en la cabeza, pero hay que ver que lustre le dejas a las tijeras. ¿Cuánto es rey?
-No se si cobrarla con lo guapa que se ha puesto hoy, que parece una muñeca de porcelana señora Antonia. ¡Y lo bien que huele!
-Anda, anda, cóbrate y quédate la vuelta... Ale, que no se diga que soy roñosa, págate un cafelito a mi salud. Me voy donde la Nieves a saludarla.
-¡Llévese cuidao!
Si la señora Antonia saliese en Terminator 2 que mal lo llevaba con el malo de metal, con ese pandero que se gasta la pillaba en un santiamén. ¿Habrá salio ya la tercera? me tengo que ir a la ciudad a ver…

2 réplicas miércoles, 19 de septiembre de 2007


Vaya vaya...empiezo con ganas. Segundo día de blog y segunda entrada. A ver si sigo a este ritmo.

Hoy cuelgo uno de los relatos que realicé para el curso por internet "el gozo de escribir" de la escuela de escritores. Es un curso introductorio de escritura creativa. En él te proponen ejercicios de escritura y chats con los compañeros de curso, en los que se practican técnicas para fomentar la creatividad. Es bastante interesante si te gusta escribir y necesitas un empujoncito. El curso está bastante inspirado en un libro llamado "El gozo de escribir" de Natalie Goldberg. Si queréis echar un vistazo esta es la página web:


El libro, por si os interesa, lo podéis comprar (sin gastos de envío si os registráis por primera vez) en la siguiente página:



Estoy pensando en apuntarme a un curso algo más largo, para profundizar y ponerme más a prueba.


en fin, tras las recomendaciones, ahí va el relato. La verdad es que mientras lo hacía no me di cuenta, pero una compañera de curso me comentó que el relato le recordaba mucho a la película Pi, de Darren Aronofsky (cojonuda por cierto, lo mejor de Aronofsky junto con Requiem for a Dream, aunque claro, sólo tiene tres películas...). La verdad es que se podría currar más, porque sólo era un ejercicio. De todas maneras, ahí va.


Pi

-Pabl…,Miguel…¡Adrián! (mi abuela siempre nombra, como mínimo, a dos parientes cercanos antes de dirigirse a alguien) quita el aparato de la mesa, ¡me estropeas el mantel! Mira como está ya, amarilleao
Le puse el portátil en la mesa supletoria que utiliza para poner galletitas de mantequilla cuando vienen las vecinas a visitarla.
Desde que vivo con mi abuela puedo dedicar más tiempo a la búsqueda, además, siempre huele a pasteles. Cuando me ve todo el día tecleando en el ordenador y poniendo en orden montañas y montañas de documentos, imagina que soy reportero y escribo para un periódico de esos que regalan en la estación de tren, o a veces que soy escritor y con lo que gane de la publicación de mi primer libro le compraré una casita en Peñíscola, donde veraneaba con el abuelo. Otros días no cree nada, se limita a alinear su eje de visión con la pantalla del televisor, se apoltrona en el sofá y se traga toda la mierda que echen hasta la hora de la papilla. Hoy es un día de esos, uno de esos días que aprovecho para dedicarlo enteramente a la búsqueda.
Mucha gente sabe que el número pi tiene infinitas cifras decimales aleatorias: 3,14159265 y así infinitamente. Lo que no todo el mundo parece haber descubierto es que todo, absolutamente todo, está en pi: Lo que estoy escribiendo, tus pensamientos fugaces, lo que dirá mi abuela cuando despierte, la predicción del tiempo de hoy, la transcripción literal del Quijote y de las obras de todos los escritores pasados y futuros hasta la destrucción de la tierra, la fecha de esa destrucción…No es tan difícil de entender: si sustituimos el 1 por la A, el 2 por la B, el tres por la C, y así sucesivamente, formaremos una serie de letras aleatorias e infinitas. Sólo es cuestión de buscar entre la información basura para encontrar las verdaderas gemas, el secreto del grial, las frases escurridizas como gatos asustados, reveladoras y alentadoras como el ángel Gabriel. La primera vez que me di cuenta se me heló la sangre. En esta búsqueda estoy enfrascado hace diez años. Busco desentrañar los secretos del pasado, conversaciones futuras con civilizaciones alienígenas, libros perdidos, nuevas teorías científicas. Todo está en pi, todo…
-Gzzzzhmm, pssssssss
Joder, ya estamos con la incontinencia urinaria de mi abuela. Así es imposible concentrarse. Ella no se da cuenta de lo importante de mi búsqueda, no entiende que dejara el trabajo hace un par de años para dejarme la sangre y el dinero en esto. Como contrapartida, está atendida las 24 horas del día y me deja fumar en el balcón. Limpio el sofá de miguillas de hojaldre, le seco la baba y le doy un beso en la frente. Parece que no se da cuenta, pero sí, sí, ellos lo agradecen.
Se que estoy muy cerca de conseguir algo grande, la búsqueda está dando sus frutos. El mes pasado descubrí la frase “Con cien cañones por banda” y “La doble hélice de ADN” después de millones de cálculos e iteraciones por ordenador. Se me cayeron dos lagrimones gordos como almendras encima de la tarta de chocolate. Estoy más seguro que nunca, más fuerte y convencido que nunca. Todos acertaran a ver un día que mi titánico esfuerzo ha valido la pena. A veces me preocupa lo de recoger el Nobel, nunca he montado en avión, siempre comienzo a sudar cuando pienso en eso. Tengo que ser fuerte, no hay otra manera de acabar con esto.
Descansar un rato me vendrá bien. Siempre me ha gustado el taburete de mimbre del comedor: es cómodo y cruje mucho cuando te sientas. Me pongo al lado de la abuela a mirar la tele. Por orden de cadenas: reportaje sobre retrasos del tren y el temporal que se avecina, las nuevas aventuras de Superman, una mujer besando una manta recién lavada, dos chicas manga levitando en un cielo psicodélico, el príncipe Felipe con un polo verde rodeado de bebés, Marlene Mourreau enseñando las tetas y una loncha de jamón dulce apareciendo de la nada en una mano femenina. Cada día entiendo menos los intereses de la gente, pero a mi abuela le entretiene bastante. Marlene tiene buenas tetas, la verdad. No, ahora no me puedo masturbar.
-Ding dong… ¡El enfermero!
Le abro la puerta, venía con la vacuna para la gripe de la campaña de invierno. Le digo que está durmiendo pero no puede venir hasta la semana que viene, así que se la pondrá hoy. Le limpio otra vez la baba a la abuela y la despierto. Es bueno el mimbre este, me recoge muy bien el culo. Me quedo absorto mirando como la aguja penetra la piel curtida de su antebrazo. Esa piel ha vivido muucho, se nota que es una piel sabia. Mi imaginación bucea entre los pequeños virus inactivos que corretean por la corriente sanguínea de mi abuela, activando sus centros de producción de ufanos anticuerpos, dotados de armas específicas contra el recién inoculado invasor. Yo aún soy joven, las vacunas son para los abuelos. Un día, pronto, no tendrá que pasar por pinchazos y revisiones semanales. Pronto nada de eso será necesario. Sólo me tengo que esforzar un poquito más.
-Qué Adrián, a ti no te pincho ¿eh? ¡ Tú ya estás vacunado contra la realidad! ¡ Juaas!
El enfermero siempre me hacía bromas por el estilo, pero me llevaba bien con él porque la trataba con cariño. Le perdonaba la impertinencia, nadie es perfecto. Será mejor que vuelva con lo mío.

0 réplicas martes, 18 de septiembre de 2007


Es la primera vez que me pongo a hacer esto, así que lo voy a hacer sin pensármelo dos veces, en realidad ni siquiera una. En principio comentaré las pelis que vaya viendo e iré publicando los relatos que escriba, pero todo puede pasar.
Dentro de poco empieza el festival de Sitges (yo vivo allí), así que ire comentando todas las películas que vaya viendo, que serán, seguro, muchas.
De momento os puedo comentar las que he preseleccionado de la sección Oficial Fantàstic LLargs (aunque no se aún si caeran todas) y Oficial Premiere, tras una laaarga búsqueda por foros, blogs de cine, trailers y demás. Para mí, estas son las más sucosas/suculentas/interesantes:

Sección Fantàstic Llargs:

I'm a cyborg, but that's ok, de Chan-Wook Park
Los cronocrímenes, de Nacho Vigalondo (sí, el del corto del Óscar)
Slipstream, de Anthony Hopkins (ummm...)
Teeth, de Mitchell Lichtenstein (muy buena pinta)
The fall, de Tarsem Singh
The Nines, de John August

Sección Oficial Premiere:

American Crime, de Tommy O'Haver
Los Justos, de Manuel Carballo
Redacted, de Brian de Palma
The Ten, de David Wain

Pasarlas a describir ahora, una por una, antes de verlas, sería un coñazo, para mí y para vosotros. Sólo me limitaré a comentar que el nexo común entre ellas es que se alejan un poco de estereotipos y películas puramente de género, que las hay y muchas en el festival de Sitges (no tengo nada en contra, pa gustos los colores). Personalmente prefiero ver algo refrescante y no refritos, versiones y reversiones o vueltas de tuerca de las mismas estructuras.

Más adelante ya daré los nombres de las elegidas para otras secciones del festival.

Siempre me ha gustado este festival, y ahora lo viviré más porque me acabo de mudar a Sitges con mi novia, así que ya os iré contando cómo va. Os lo recomiendo, por el ambiente cinéfilo que se crea en la ciudad (un poco friki a veces, pa que nos vamos a engañar) y por la ciudad en sí. Os paso el vínculo del festival:
http://www.cinemasitges.com/

Ale, solo para arrancar motores.


AuToRRR

Pensamientos,recomendaciones de cine, lecturas, desbarres, enlaces. En fin, lo que sea vaya.